- Obtener vínculo
- X
- Correo electrónico
- Otras apps
- Obtener vínculo
- X
- Correo electrónico
- Otras apps
Una de las formas de acelerar el cambio, y de mantener la fe en él, es mirar hacia el futuro, hacia el momento en que se ha producido, y anticipar lo que podría ser haber progresado con nuestra psique. He aquí algo de lo que podríamos esperar cuando hayamos llegado a llevar una vida más aceptada por nosotros mismos:
![]() |
Imagen: Pixabay |
- Habríamos aprendido a mirar con benevolencia nuestras locuras, a tratarnos como niños traviesos, merecedores de cierta imaginación y simpatía, y no como monstruos empeñados en causar daño. Sabríamos lo arraigados que están nuestros caracteres caprichosos en aspectos de nuestra historia temprana y en dinámicas familiares que desafían la comprensión y la alteración fáciles. Sabríamos que éramos idiotas, pero, al menos desde algunos ángulos, idiotas del tipo más adorable.
- Sabríamos que merecemos el amor no por lo perfectos y logrados que éramos, sino por lo rotos y desesperados que seguíamos estando. Entenderíamos que la clase más noble de amor surge de la simpatía por lo que es débil y malformado, no de la admiración por lo que es impecable y sereno.
- Habríamos aprendido a dejar entrar a otras personas en nuestras vidas y a establecer vínculos con ellas en torno a una revelación compartida de miedo y dependencia. Habríamos dejado escapar pequeñas señales a los demás de que entendíamos que podían estar pasando por algo similar a nosotros, y que estarían seguros con sus vulnerabilidades en nuestra compañía. Habríamos comprendido que la verdadera amistad exige desprenderse del orgullo y aceptar nuestra mutua mediocridad y necesidad. Nos habríamos asegurado de que nuestras amistades fueran celebraciones amables y llenas de humor de nuestras excentricidades, decepciones y terrores comunes.
- Seríamos modestos en cuanto a nuestra capacidad de amarnos a nosotros mismos de forma fiable. Sabríamos que desde hace años estamos afectados por una enfermedad crónica y que no se puede superar en unas semanas o meses. Nos comprometeríamos a controlar nuestros síntomas y a protegernos cuidadosamente de lo que pudiera provocar o agravar nuestra condición. Tendríamos especial cuidado con los medios de comunicación, los falsos amigos, las agendas sobrecargadas y los tipos de ambición profesional equivocados. Pero también sabríamos que los lapsos de odio a uno mismo son inevitables y no nos castigaríamos por ellos con demasiada severidad cuando ocurrieran. No habría necesidad de odiarnos por odiarnos a veces a nosotros mismos por encima de todo.
Nuestra conciencia de cuánto tiempo habíamos perdido por el odio a nosotros mismos nos haría especialmente sensibles a los momentos en los que estábamos libres de la enfermedad y podíamos comprometernos con nuestro trabajo y con nuestros amigos, con la naturaleza y con la cultura sin que el miedo y la desesperación nos minaran. Estaríamos especialmente agradecidos por esos días en los que podíamos despertarnos libres de temor y podíamos confiar en que éramos lo suficientemente buenos y merecedores de continuar.
Con una nueva asertividad contra el odio a uno mismo, aprenderíamos además a hablar con nuestro crítico interior de una manera nueva y menos abyecta cada vez que nos visitara en nuestros estados de ánimo bajos. Estas son algunas de las respuestas que podríamos haber aprendido a dar a esta feroz voz:
Crítico interior: Eres una vergüenza.
Respuesta de amor propio: Por supuesto: He fallado, me he equivocado, he sido impaciente, he sido inmaduro y atolondrado. Lo sé muy bien. Pero hay límites a la hora de permanecer hipnotizado por esta espantosa visión. Tengo mejores cosas que hacer que saltar a su mención cada vez como un soldado a una corneta. Me niego a dedicar el resto de mis días a ensayar todos los detalles de mi propia indignidad.
Crítico interior: Has cometido algunos errores terribles.
Respuesta de amor propio: Como todos. Todos nacemos ciegos; tropezamos en la oscuridad. Aportamos nuestras buenas intenciones a la confusa realidad de la vida y damos lugar a catástrofes. Somos pecadores desde Adán y Eva. Puedo ser malo, pero no soy el único.
Crítico interior: Seguramente querrás morir.
Respuesta de amor propio: Esa es la salida fácil. El reto consiste en encontrar la manera de continuar frente a todos los argumentos a favor de cortarse el cuello. Y no hay mejor razón que la de ser capaz de ayudar a otros que, ahora mismo, están tan perdidos como nosotros.
Crítico interior: Mira a todas esas otras personas increíbles que lo hacen mejor que tú.
Respuesta de amor propio: No tengo más interés en comparar mi vida con la de ellos. No puedo saber lo que pueden estar pasando por dentro o lo que el destino les puede deparar. Sólo puedo ser dueña de mi propia historia, con su particular mezcla de dolor y arduidad. He hecho lo mejor que he podido, dentro de los límites de mi entendimiento y con la torpeza de las cartas que me tocaron.
Crítica interior: Has perdido mucho tiempo.
Respuesta de amor propio: A lo que la única respuesta es el amor: amar lo que queda de nuestros días, amar la caridad, el autoperdón, la misericordia, la modestia, la aceptación, el aprecio y la gratitud.
El progreso será lento, algunos días parecerá que no hemos aprendido nada en absoluto, pero a grandes rasgos estaremos en camino. Nos habremos recuperado de las depredaciones del odio autodirigido. Sabremos que hemos adquirido opciones más fructíferas que destrozarnos a nosotros mismos. Habremos abandonado las costas del odio a uno mismo para adentrarnos en los mares más amplios y amables de la autoaceptación.
Comentarios
Publicar un comentario