Elogio de las pequeñas charlas con extraños

Cómo el mundo moderno nos enferma mentalmente

El mundo moderno es maravilloso en muchos aspectos (la odontología es buena, los coches son fiables, podemos mantener fácilmente el contacto desde México con nuestra abuela en Escocia), pero también está poderosa y trágicamente orientado a provocar un alto nivel de ansiedad de fondo y una depresión generalizada de bajo nivel.

ciudad moderna
Imagen: Pixabay

Hay seis características particulares de la modernidad que tienen este efecto psicológicamente perturbador. Cada una de ellas tiene una cura potencial, que sólo pondremos en marcha colectivamente cuando sepamos más sobre la enfermedad en cuestión. Éstas son las seis:

1. La meritocracia:

Nuestras sociedades nos dicen que todo el mundo es libre de triunfar si tiene el talento y la energía necesarios. El lado negativo de esta idea, aparentemente liberadora y hermosa, es que cualquier falta de éxito percibida no se considera, como en el pasado, un accidente o una desgracia, sino un signo seguro de falta de talento o de pereza. Si los que están en la cima merecen todo su éxito, entonces los que están en la base deben merecer todo su fracaso. Una sociedad que se considera meritocrática hace que la pobreza deje de ser un problema para convertirse en una prueba de condenación y que los fracasados pasen de ser desgraciados a perdedores.

La cura es una creencia fuerte y culturalmente respaldada en dos grandes ideas: la suerte, que dice que el éxito no sólo depende del talento y el esfuerzo; y la tragedia, que dice que las personas buenas y decentes pueden fracasar y merecen compasión, en lugar de desprecio.

2. El individualismo:

Una sociedad individualista predica que el individuo y sus logros lo son todo y que todos son capaces de un destino especial. Lo que importa no es la comunidad; el grupo es para los que no tienen futuro. Ser "corriente" se considera una maldición. El resultado es que se asocia lo que la mayoría de nosotros acabará siendo, estadísticamente hablando, con un fracaso estrafalario.

El remedio es el culto a la buena vida ordinaria, y la apreciación adecuada de los placeres y el heroísmo silencioso de lo cotidiano.

3. El secularismo:

Las sociedades seculares dejan de creer en algo que sea más grande o esté más allá de ellas mismas. Las religiones solían prestar el útil servicio de mantener nuestras mezquinas costumbres y batallas de estatus en perspectiva. Pero ahora no hay nada que asombre o relativice a los humanos, cuyos triunfos y percances acaban sintiéndose como el todo y el fin.

Una cura consistiría en utilizar regularmente fuentes de trascendencia para generar una perspectiva benigna y relativizadora de nuestras penas personales: la música, las estrellas en la noche, los vastos espacios del desierto o el océano nos humillarían a todos de forma consoladora.

4. El romanticismo:

La filosofía del romanticismo nos dice que cada uno de nosotros tiene una persona muy especial que puede hacernos completamente felices. Sin embargo, la mayoría de las veces tenemos que conformarnos con relaciones moderadamente soportables con alguien que es muy agradable en algunos aspectos y bastante difícil en otros. Se siente como un desastre, en comparación con nuestras enormes esperanzas originales.

El remedio es darse cuenta de que no nos equivocamos: sólo nos animamos a creer en un sueño muy improbable. En su lugar, debemos construir nuestras ambiciones en torno a la amistad y el amor no sexual.

5. Los medios de comunicación:

Los medios de comunicación tienen un inmenso prestigio y un enorme lugar en nuestras vidas, pero habitualmente dirigen nuestra atención a cosas que nos asustan, preocupan, causan pánico y nos enfurecen, al tiempo que nos niegan la capacidad de acción personal efectiva. Suele atender a los lados menos admirables de la naturaleza humana, sin una exposición equilibrada de las buenas intenciones, la responsabilidad y la decencia normales. En el peor de los casos, nos acerca a la justicia popular.

La cura sería una noticia que se concentrara en presentar soluciones en lugar de generar indignación, que estuviera atenta a los problemas sistémicos en lugar de enfatizar alegremente los chivos expiatorios y los monstruos emblemáticos, y que nos recordara regularmente que las noticias en las que más necesitamos centrarnos provienen de nuestras propias vidas y experiencias directas.

6. Perfectibilidad:

Las sociedades modernas insisten en que nos corresponde estar profundamente satisfechos, cuerdos y realizados. Como resultado, acabamos aborreciéndonos a nosotros mismos, sintiéndonos débiles y percibiendo que hemos desperdiciado nuestras vidas.

Una cura sería una cultura que promoviera sin cesar la idea de que la perfección no está a nuestro alcance, que estar mentalmente un poco (y a veces muy) mal es una parte ineludible de la condición humana y que lo que necesitamos por encima de todo son buenos amigos con los que podamos sentarnos y hablar honestamente de nuestros verdaderos miedos y vulnerabilidades.

Las fuerzas de la angustia psicológica en nuestro mundo son -actualmente- mucho más ricas y activas que las curas necesarias. Merecemos una tierna piedad por el precio que tenemos que pagar por haber nacido en los tiempos modernos. Pero, lo que es más esperanzador, las curas están ahora abiertas para nosotros, individual y colectivamente, si sólo reconocemos, con suficiente claridad, las fuentes de nuestras verdaderas ansiedades y penas.

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