Elogio de las pequeñas charlas con extraños

Deja de ser tan amable

Es natural y hermoso esforzarse por ser una persona amable. En un mundo lleno de crueldad y desconsideración, las personas amables se comprometen a ser generosas, comprensivas y amables. Nunca quieren hacer que nadie se sienta derrotado o pierda el sueño. Hacen todo lo posible por evitar las lágrimas de los demás. Suena especialmente encantador.

Deja de ser tan amable
Imagen: Mike Greer/Pexels

Sin embargo, parece imposible ir por la vida sin ser más que amable. Tarde o temprano, todos estamos llamados a tomar decisiones que, aun protegiendo cosas que nos importan mucho, van a erizar las plumas, generar disgustos y pueden llevarnos a ser (al menos durante un tiempo) violentamente odiados en algunos sectores.

Por ejemplo, podríamos tener que decirle a nuestra pareja que, a pesar de nuestro profundo afecto por ella, no nos vemos juntos a largo plazo. O quizá tengamos que decirle a un niño que ya es hora de dormir y que no puede haber más cuentos. O quizá tengamos que explicar a un colega que no vemos que encaje en un equipo y que sería mejor que buscara oportunidades en otra parte.

Estas situaciones pueden ser una agonía para las personas comprometidas y "buenas". Hay grandes tentaciones de retrasar el momento de la verdad o de evitarlo por completo. En el fondo, los "simpáticos" siguen esperando poder seguir siendo amigos de todos, siempre sonriendo y estando de acuerdo. Su sensibilidad distintiva a menudo ha sido fomentada por una infancia en la que las consecuencias de ser honesto y franco eran especialmente difíciles. Es posible que sus padres hayan montado en cólera cada vez que se les presentaba una idea incómoda, lo que supone una preparación perfecta para una edad adulta en la que parece no haber otra opción que decir a todo el mundo lo que quiere oír.

Sin embargo, ser verdaderamente amable implica algo más "amable" que el acuerdo y la emoliencia constantes. Significa señalar a los demás cuál es el sistema de valores de uno y atenerse a él, incluso a costa de la oposición pública. Significa asumir la carga de decir a los demás cuál es nuestra postura y arruinarles la tarde o el mes para salvar su futuro a largo plazo y el nuestro. Significa aceptar que puede haber que elegir entre la lealtad y la sinceridad y la eficacia y la bonhomía.

Las personas maduras han aceptado la trágica necesidad de adquirir algo aún más importante que la popularidad: un carácter.

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