Elogio de las pequeñas charlas con extraños

Encontrar el valor para ser nosotros mismos

Uno de los aspectos más curiosos de la forma en que estamos construidos es que podemos tardar mucho tiempo en saber qué necesitamos para ser felices.

se tu mismo
Imagen: Trinity Kubassek/Pexels

Podríamos suponer que el proceso es obvio; qué podría ser más sencillo que querer. Aparentemente, lo hacemos desde que tenemos cuatro años y empezamos una poderosa campaña para conseguir un tren eléctrico o un juego de animales de granja.

La cuestión no es que no tengamos apetitos, sino que éstos pueden tardar mucho tiempo en ser precisos o auténticos.

Empezamos deseando principalmente lo que quieren los demás a nuestro alrededor. Lo que puede significar que, a distintas edades, adquirimos una cazadora bomber, un juego de barbacoa, un matrimonio, pantalones de lino, una carrera en finanzas, un exprimidor, un divorcio, clases semanales de pilates y un crucero de seis meses por el Pacífico.

Puede ser que pasen cuatro o cinco décadas antes de que, muy gradualmente, reconozcamos lo inesperados, personales y distintos que son nuestro carácter y nuestras necesidades, y tengamos el valor de hacer algo al respecto.

Puede que seamos lo suficientemente honestos como para darnos cuenta de que nos alegraría no volver a ver a la mayoría de los fanfarrones y farsantes a los que habíamos considerado "amigos" y a los que habíamos dado entusiastas abrazos de oso durante años. Y, a la inversa, podríamos determinar que ahora queremos salir exclusivamente con personas que han tenido crisis nerviosas, han pasado por la cárcel, saben llorar y les importa un bledo lo que piense el mundo. 

Puede que al mismo tiempo nos demos cuenta de que aborrecemos lo que las noticias y las redes sociales hacen a nuestras mentes y -como una oveja cobarde que finalmente da una patada al granjero- lo borremos todo, hasta que nuestros teléfonos apenas puedan ya dar la hora. Podemos estar orgullosos de todas las tonterías de las que ya no tenemos que enterarnos ni asustarnos. El mundo seguirá su propio camino y nosotros no tendremos que seguir cada parte de la historia llena de bilis a intervalos de un minuto.

También es posible que dejemos de intentar impresionar a la gente que odiamos. Nuestra madre se preocupaba intensamente por el estatus social y por ser famosa, y bajo su tutela renunciamos a muchos años de nuestra vida. Bien por ella y una pena por nosotros, pero ya hemos terminado con eso y tres amigos raros, una gran dosis de misantropía y una cabaña en el bosque nos llaman la atención.

Vamos a estar muertos muy pronto y todas esas historias de cáncer nos apuntan en una sola dirección: hacia la necesidad de dejar de ser un lacayo cobarde, imitador, tímido de segunda mano y animal de rebaño. Tenemos que deshacernos de toda la basura socialmente prescrita y honrar los contornos de nuestro propio y hermoso carácter único antes de que sea demasiado tarde. Después de toda una vida de imitación, miedo y rendición, puede que por fin tengamos que echar mano de la columna vertebral y ser leales a lo que realmente somos.

Comentarios