Elogio de las pequeñas charlas con extraños

Las cuatro etapas hindúes de la vida

La mayoría de las religiones y filosofías del mundo cometen el error capital de suponer que lo que consideran el sentido de la vida debe aplicarse -en virtud de su importancia- a todo el mundo, independientemente de la edad, las circunstancias o la posición. Están tan orgullosos de su visión de la existencia que no pueden evitar concederle una aplicación universal y dogmática.

Las cuatro etapas hindúes de la vida
Imagen: Pixabay

El hinduismo es mucho más flexible e imaginativo. También tiene un sentido de cómo debe vivirse una buena vida, pero, fundamentalmente, nunca asume que las reglas deban aplicarse de forma generalizada. Divide a las poblaciones en segmentos y diferencia la conducta correcta según cuatro etapas de la vida llamadas colectivamente "ashramas".

El primero de estos ashrama se denomina "brahmacharya" y abarca el periodo de la vida en el que se es niño y estudiante. Aquí -por muy seria que sea la vida en general- se permite jugar, ser tierno y dar rienda suelta a la imaginación. Pero también hay que aprender y obedecer. Luego, de forma más ardua, llega la etapa en la que uno se convierte en "grihasta" o cabeza de familia: es el momento de implicarse al máximo en los asuntos prácticos. Puede haber poco tiempo para la oración o la contemplación; es el momento de acumular capital, comprar una casa, desarrollar una profesión y tener una familia propia. La etapa puede durar veinte años o más. Pero con el tiempo, las obligaciones prácticas disminuyen, los hijos crecen y se van de casa y es el momento de convertirse en un "vanaprastha" o "caminante del bosque": alguien que puede renunciar cada vez más a las tareas prácticas y reorientarse hacia el ámbito espiritual dando paseos, idealmente (y poéticamente) por bosques de mangos. Por último, cuando hemos terminado realmente con los negocios y cuando la vida familiar ha dejado de exigirnos lo mínimo, se nos permite entrar en la etapa de "sannyasa", en la que renunciamos a los bienes mundanos, nos ponemos una sencilla túnica y vagamos por el mundo en busca de las fuentes últimas de iluminación, caridad y amistad espiritual.

Puede que no estemos de acuerdo con todos los detalles de la forma en que el hinduismo esculpe una vida, pero podemos admirar la forma imaginativa en que busca alinear sus enseñanzas con las demandas particulares de la sociedad, el cuerpo y la familia a través del tiempo. Sería -conoce el hinduismo- tan absurdo incitar a un joven de 18 años a hacer yoga durante seis horas al día mientras contempla el absoluto como pasar todo el tiempo en reuniones de negocios siendo una persona de 70 años. Hay un momento para el "moksa" -el esfuerzo por liberarse del ciclo de la vida eterna- y hay un momento para el "artha" -cuando debemos dirigirnos a la oficina y sonar serios durante las presentaciones de la empresa-; ambos son, en sus respectivos contextos, igualmente legítimos e igualmente importantes.

Se nos recuerda que no hay un objetivo unitario simplista en la vida. No debemos preguntarnos cuál es la forma correcta de vivir en sí misma; todo depende del punto del viaje en el que nos encontremos.

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