Elogio de las pequeñas charlas con extraños

Por qué debemos escuchar en lugar de tranquilizar

Cuando la gente nos cuenta sus problemas, una de nuestras respuestas más comunes, casi automáticas y sutilmente desalentadoras, es intentar negar la gravedad de lo que nos acaban de decir.

Por qué debemos escuchar en lugar de tranquilizar
Daria Obymaha/Pexels

Alguien nos dice que no ha dormido muy bien: y nosotros respondemos -con la mejor de las intenciones- que el hecho de no haber dormido el número de horas necesario "no tiene importancia". Otra persona nos dice que no ha conseguido un ascenso y tratamos de ser amables recordándole que: 'ya lo están haciendo muy bien como están'. Si alguien nos revelara que se está muriendo, podríamos, in extremis, tener la tentación de decir: "Pero no puede ser..."

A menudo se oye a los padres realizar esta maniobra con sus hijos disgustados o enfadados:

Niño: Me siento triste.

Padre: No seas tonto, no lo estás, son las vacaciones.

Niño: Estoy muy asustado.

Padre: Cariño, eso es ridículo, no hay nada que temer en tu habitación.

La razón de nuestras alegres respuestas reside en nuestra relación no resuelta con nuestra propia desesperación, miedo y tristeza. Parece que somos tan incapaces de cuadrar las cosas horribles de nuestra vida, que no nos queda más remedio que intentar negar que puedan tener cabida en la vida de los demás. Nos convertimos en sentimentales, es decir, en adictos a borrar los aspectos incómodos de la realidad, por miedo, no por sordera.

Una relación más evolucionada con nosotros mismos -del tipo que los psicoterapeutas tratan de promover- puede calmar el prurito de lanzar mensajes optimistas al impulsarnos a hacer las paces con el dolor. Alguien podría decir que está triste, y nosotros podríamos, con el tiempo, aprender a responder de forma sencilla (y más útil): "Te escucho". Otra persona podría insistir: "Todo es horrible", y nosotros podríamos mirarla a los ojos con calidez y responderle: "Sí, a veces puede sentirse así".

Cuanto más escuchemos los mensajes "tristes" que nos envían nuestros compañeros, menos tendrán que forzarlos. Cuanto más escuchemos, más tranquilos podrán estar. Alguien que dice que quiere quemar el país no quiere quemar el país, quiere ser escuchado por su profunda frustración que le causa su trabajo o su familia. Sólo se convertirá en pirómano si seguimos sin escucharle, no si lo hacemos con buen humor empático. Los sentimientos son menos fuertes, no más fuertes, una vez que se han reconocido. Es un movimiento de generosidad y madurez ejemplares dejar que alguien esté triste y desesperado a nuestro alrededor sin caer en la cruel tentación de decir algo alegre.

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